Mt. 19. 16-22
Mc. 10. 17-22
Lc. 18. 18-23
Debemos siempre partir de
una lectura atenta y repetida del texto que vamos a analizar. Esto nos ayuda a
verlo bajo diversos aspectos, y a fijarnos por ejemplo en:
·
Palabras y expresiones repetidas, semejantes u opuestas.
·
Personas que intervienen: qué dicen, qué hacen, qué les pasa, etc.
·
Diferentes lugares; diversos tiempos, etc.
Todo esto, y el darnos
cuenta del contexto en el que se encuentra nuestro texto, nos va proporcionando
elementos fundamentales para su comprensión. Permite dejar “hablar” al texto, y
ponernos realmente a su “escucha”